Crazy, Stupid, Love vs Las Cuatro Estaciones: Cómo ha Cambiado el Humor
Redescubrir historias de hace años frente a producciones actuales permite ver cómo evolucionan el humor, la narrativa y la representación cultural en cine y series.
Hace poco volví a ver Crazy, Stupid, Love (2011), una de mis comedias románticas favoritas. Aquella película tenía humor fresco, personajes imperfectos y giros inesperados, sin miedo a soltar chistes que hoy probablemente se cuestionarían. No pretendía dar lecciones ni imponer normas, sino narrar una historia sobre amor, pérdida y redescubrimiento que funcionaba porque se sentía auténtica.
Después, me puse con la nueva serie de Steve Carell: Las Cuatro Estaciones (2025) en Netflix, un remake de la película de 1981. Más allá de las diferencias, fue imposible no comparar cómo han cambiado las historias en apenas 14 años.
En 2011, las narrativas podían respirar. Los repartos eran mayoritariamente homogéneos y si un chiste rozaba lo políticamente incorrecto, nadie lo detenía para explicarlo. Hoy, en cambio, todo parece revisado para evitar malentendidos o posibles ofensas, con guiones más cuidados y conscientes.
Las Cuatro Estaciones refleja esta evolución: reparto diverso, subtramas sobre aceptación y empoderamiento, y un humor más contenido. Y aunque la diversidad e inclusión son imprescindibles, a veces la historia queda en segundo plano, y los personajes parecen existir más para representar causas que para contar historias propias. Esto puede restar chispa y naturalidad a la narrativa.
Esta reflexión recuerda que en 2011, aunque no éramos perfectos, las películas tenían libertad para arriesgar y mostrarse imperfectas, y precisamente esa imperfección les daba alma. Hoy, entre filtros y autocensura, algunas producciones se sienten más como manuales de convivencia que historias vivas. Sí, son correctas, inclusivas y modernas, pero a veces les falta ese “algo” que hacía que Crazy, Stupid, Love atrapara sin pedir permiso.

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