Recuperar el Cine y el Refugio Creativo que Nos Invita a Sentir de Nuevo

Últimamente siento que paso más tiempo frente a pantallas de trabajo que frente a películas. Los deadlines, los briefs y las entregas han reemplazado ese espacio que antes ocupaba la magia del cine, y se nota en la mirada.

El cine fue siempre mi templo creativo. Un lugar donde la luz, la sombra y la narrativa me enseñaban a mirar con atención, a valorar los detalles y a comprender que cada gesto, cada encuadre, tiene su propio lenguaje.

Ahora, la rutina de trabajo y el scroll constante han reemplazado esa pausa consciente. La ocupación se ha convertido en sinónimo de progreso, y eso me preocupa. Porque perder el hábito de contemplar historias puede hacer que también perdamos sensibilidad para captar el mundo que nos rodea.

Ir al cine es mucho más que entretenimiento. Es entrenar la mirada y el pensamiento, aprender a sentir los ritmos, las texturas y la verdad de cada historia. Cada película tiene la capacidad de recordarnos por qué hacemos lo que hacemos, de reconectar con la chispa creativa que nos impulsa.

No se trata de tiempo perdido, sino de tiempo recuperado. Dos horas en una sala oscura pueden devolvernos semanas de inspiración y perspectiva que ninguna pantalla de trabajo ofrece.

Por eso voy a reservar espacio para volver al cine, para permitir que esas historias me enseñen de nuevo a mirar, a sentir y a crear. Porque la creatividad se alimenta de experiencias, no solo de tareas cumplidas.



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